El tipo de adoración que se describe en el Nuevo Testamento sugiere un marco de grupo pequeño como su contexto de adoración primario. Mucho de lo que el Nuevo Testamento registra acerca de la adoración no va a encajar dentro de la reunión del grupo grande que usamos hoy, sin importar cuánto lo intentemos. Los cristianos del primer siglo se veían las caras, no sólo la parte de atrás de la cabeza de alguien sentado en la banca al frente. Los cristianos del primer siglo eran participantes, no espectadores en cuanto a la adoración.
Pablo describe su adoración en las epístolas. En Efesios 5:18-19 y los versículos acompañantes en Colosenses 3:12-17, los cristianos deben ser “llenos del Espíritu, hablando entre ellos con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en sus corazones.”
Este tipo de adoración es adoración “unos a otros.” La participación en la adoración era con Dios pero también los unos con los otros. La corriente de su adoración fluía verticalmente hacia Dios, y también horizontalmente, los unos con los otros. Adoraban a Dios juntos, también. Los cristianos del primer siglo estaban involucrados tanto con Dios como objeto de su adoración como con sus compañeros de adoración como los instrumentos de la adoración. No eran solistas en la adoración, sino parte de un coro que se encontraba elevando adoración a Dios.
También involucraba varias tareas o actividades. Salmos, himnos y cánticos espirituales son puestos en el contexto de todos los dones: profecía, palabras de sabiduría, lenguas e interpretación. Muchas personas tenían que participar en este tipo de adoración si todas estas actividades iban a realizarse. ¡Esto no era hecho por dos o tres intérpretes proveyendo todas estas actividades para los demás!
En Colosenses 3:12-17, Pablo pinta una imagen de vida íntima en el cuerpo. Este tipo de adoración tenía un contexto de grupo pequeño de perdonarse los unos a los otros, llevar las cargas los unos de los otros y de soportarse los unos a los otros. Estas eran acciones de grupos pequeños, no actividades de grupos grandes.
Pablo describió un tipo de adoración que presupone el ambiente del grupo pequeño como parte esencial de la experiencia. Por lo tanto, es extremadamente difícil, si no imposible, hacer encajar las palabras y acciones de la adoración del primer siglo a la estructura de una ala de la iglesia del siglo veinte. La adoración en el contexto del grupo grande fomenta una actuación desde la plataforma en vez de la participación desde las bancas. Los cristianos del primer siglo no eran espectadores aplaudiendo al equipo de adoración, sino jugadores clave en el evento importante.
La iglesia tradicional ha intentado todo tipo de técnicas para lograr involucrar a la congregación: lectura antifonal, antífonas, cantos congregacionales, saludarse unos a otros durante el servicio y otras técnicas. En el Oriente, todos pueden orar en voz alta al mismo tiempo, dando alguna sensación de participación congregacional. Sin importar lo que se intente, nuestra adoración hoy no puede verse, sentirse, o sonar como la adoración del primer siglo. Esto no es porque nos falte sinceridad o espiritualidad, sino porque nos falta su estructura. La imagen de Pablo acerca de la adoración en la iglesia temprana puede tener lugar hoy usando un contexto eclesial de grupos pequeños junto con el escenario del grupo grande.
Bill Beckham, «La Segunda Reforma», publicado por OIKOS latino ministries